Dentro del marco abordado sobre “lo
cotidiano” hay dos caos especiales, por decirlo menos casi paradójicos:
internet y la clase. La primera por ser lejana (aparentemente) para algunas escuelas
y maestros y la segunda; pese a la cercanía, fuera de todo alcance de
discusión.
Tratar a la internet como parte
indiferente e innecesaria en la escuela se convierte cada vez en un trato casi
desfasado y que dadas las condiciones económicas de muchas escuelas no es
posible aún insertar su utilidad en la escuela al margen de lo importante que
resulta ser como un recurso didáctico que el maestro puede emplear en las
aulas. Lo cotidiano es algo casi inherente e indisoluble de cada estudiante,
pues al adoptar ellos su entorno cotidiano, lo trasladan de igual manera
aquello adquirido y practicado a la escuela. En tal caso, el manejo de la
internet por parte de los estudiantes es un hecho casi natural, de fácil acceso
y aprendizaje. Es importante por ello, reconocer la importancia del buen uso de
la internet en la escuela para la formación del educando.
El eje central para aprovechar los
beneficios de la internet en la escuela está en la valoración y reconocimiento
de “lo cotidiano” como importante, como un recurso didáctico para las clases, además
de acercar “lo cotidiano” a la escuela y a las aulas.
En tanto que las clases, constituidas
por las diferentes experiencias de todos y cada uno de los estudiantes tienen
un gran potencial de enseñanza. Principalmente por que ofrece la presentación
de casos o situaciones a partir de las cuales se pueden tratar diferentes
puntos y temas de clase a modo de ejemplo, lección y por ende, enseñanza. De
esta manera puede facilitar el aprendizaje pues está basado y familiarizado con
las experiencias de los propios estudiantes del aula; lo cual convierte a la
escuela en menos artificial e ideal; por el contrario, más auténtica y
enriquecedora.
De esta manera, lo que ocurre en la
escuela y fuera de ella es vida de la cual habría que tratar expresamente para
un análisis provechoso dentro de la clase. Esto convierte lo cotidiano en un
recurso didáctico observable, concreto, cercano y real que los alumnos
fácilmente pueden reconocer y familiarizarse.
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