El tratar sobre los contenidos del
aprendizaje, es referirse a la selección significativa de los contenidos
teóricos un tanto alejados de la realidad cercana e inmediata de los
estudiantes. Por ello, es necesario más que contenidos únicos hipotéticos y
abstractos, concentrarse en la selección de contenidos que realiza el docente
los cuales a su vez deben tener una base o aplicación concreta relacionada a la
realidad del estudiante para que este se familiarice con los contenidos y pueda
asimilarlos de la mejor manera.
Bajo estas premisas se pueden
diferenciar tres tipos de contenidos: académicos, editoriales y de “lo
cotidiano”. El primero del grupo surge de la investigación y la producción
científica. Los editoriales incluyen la selección y la presentación de
contenidos para que den lugar a los libros del texto. Por último, “lo
cotidiano” corresponde a las producciones culturales, lo que se comunica a
traces de los medios, los que surgen a partir de la convivencia familiar o en
la comunidad en la vida diaria.
Las interrogantes que pueden
presentarse suelen ser ¿Cuáles enseñamos en clase? ¿Alguno es más valioso que
otro? ¿Cómo lo usamos? La respuesta puede ser diversa; lo importante es la
selección y aplicación pertinente de los contenidos a enseñar, adecuados a las
necesidades del grupo del aula, a las concepciones, saberes previos, sobre todo a la relación e importancia con
las necesidades de la realidad cercana de los estudiantes. Enfocarse en
contenidos prácticos sin descuidar su respectivo contenido teórico podría ser
una medida eficaz en cuanto a la selección de los contenidos.
La importancia de considerar lo cotidiano
como un recurso didáctico resulta útil y significativo pues el estudiante puede
apreciar y reconocer la utilidad de los contenidos al momento de relacionarlos
y llevarlos a su aplicación práctica; valorando así no solo el contenido, sino
también la asignatura, el profesor y en general la escuela y el sistema
educativo mismo.
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